Trump cede a la presión de los mercados y aprueba una tregua parcial de 90 días en la guerra comercial
El presidente de Estados Unidos deja fuera de la pausa a China, cuyos aranceles eleva al 125%. Wall Street se dispara tras la rectificación de Estados Unidos

Giro imprevisto de guion en la guerra comercial declarada por Donald Trump al mundo. Sometido a la presión de los mercados, de las críticas en el seno del propio Partido Republicano, de los empresarios y los inversores, el presidente de Estados Unidos decretó este miércoles una tregua parcial de 90 días en la guerra comercial. Trump deja en suspenso los mal llamados aranceles “recíprocos” con la excepción de China, a la que castiga por tomar represalias con un arancel del 125%. Para el resto, deja en vigor un arancel universal del 10%, así como los gravámenes a los automóviles, el acero y el aluminio, lo que ya supone por sí solo un muro proteccionista sin precedentes en un siglo. Las Bolsas se dispararon tras el anuncio de la tregua parcial, con subidas cercanas al 10% en Wall Street. Por la mañana, Trump había tuiteado: “Es un gran momento para comprar”.
El paso atrás de Trump provoca un dilema para sus socios comerciales, entre ellos la Unión Europea, a la que pasa a imponer un arancel del 10% pero con la idea de que lo elevará si hay respuesta para oponerse a las políticas de Estados Unidos. La UE solo ha aprobado por ahora represalias a los aranceles del 25% al aluminio y el acero, pero Trump deja en vigor el arancel genérico y el de los automóviles y sus componentes. De momento, Trump quiere usar como escarmiento a China, que elevó sus aranceles al 84% este miércoles. Aunque el secrtario del Tesoro dijo inicialmente lo contrario, Canadá y México siguen excluidos de los aranceles “recíprocos” por ahora y mantienen los suyos del 25% a parte de las importaciones (las que no cumplen los requisitos de su tratado comercial).
La Casa Blanca trató de presentar inicialmente la rectificación de Trump como parte de un plan premeditado. En una comparecencia improvisada, la portavoz presidencial, Karoline Leavitt, acusó a los periodistas de no haber sido capaces de ver lo que Trump estaba haciendo. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo que esa era “la estrategia de Trump desde el principio”, en lo que puede interpretarse como un elogio, pero también como un descargo de responsabilidad. Trump lleva décadas presumiendo de su talento para alcanzar pactos (no en vano, tituló su primer libro de memorias El arte del acuerdo). Hace unos días, el inversor Sam Ackman decía que “a veces, la mejor estrategia en una negociación es convencer a la otra parte de que estás loco”, tratando de ver lógica en los movimientos sin sentido de Trump.
Ni siquiera Trump defendió esa tesis. Su giro se produce después del desplome de la Bolsa, del castigo al dólar y de una venta masiva de bonos estadounidenses, que habían dejado de ser vistos como un refugio seguro, complicando la financiación de la deuda del Tesoro estadounidense. El movimiento de Trump ha lastrado ya la economía y ha puesto a Estados Unidos, y con el país a la economía global, en riesgo de recesión. Si era una estrategia premeditada, ha tenido un alto coste. Trump reconoció después que su viraje no era parte de un plan, sino que fue consecuencia de la reacción de los mercados, según dio a entender. “Bueno, pensé que la gente se estaba pasando un poco de la raya. Se estaban poniendo histéricos. Estaban un poco asustados”, admitió. “Tienes que ser flexible”, dijo el presidente pocos días después de haber afirmado tajante: “Mis políticas nunca cambiarán”.
“¡Tranquilos! Todo va a salir bien”. El presidente de Estados Unidos había intentado este miércoles, antes de ese giro de guion arancelario, animar a los estadounidenses con las palabras que más se usan en vísperas de que las cosas salgan mal. En Estados Unidos se habla mucho estos días de Liz Truss, la primera ministra británica que presentó un plan económico desastroso y tuvo que renunciar ante el castigo de los mercados. Truss también pensaba que todo iba a salir bien. Trump no va a renunciar ni tampoco reconocerá error alguno.
En su intervención de 12 minutos se deslizó a criticar la inmigración irregular, a su antecesor, Joe Biden, y a la demócrata Nancy Pelosi, como tratando de cambiar el foco de su política errática y caótica. “Ningún otro presidente habría hecho lo que yo he hecho”, dijo Trump con toda la razón. “Ya veremos cómo sale todo. Creo que va a salir increíble”, añadió después. Y aseguró que “se puede llegar a un acuerdo con todos”, incluida la Unión Europea y China. “Se va a llegar a un acuerdo con China. Se va a llegar a un acuerdo con todos ellos, y serán acuerdos justos. Solo quiero que sean justos”, dijo. Al tiempo, Trump se ha mostrado abierto a conceder exenciones a algunas compañías durante estos 90 días, guiado por el “instinto”. Más incertidumbre.
El mensaje del presidente en sus redes sociales que dio un vuelco a la situación atacaba a China por haber respondido a sus aranceles. “En vista de la falta de respeto que China ha mostrado hacia los mercados mundiales, por la presente, aumento el arancel que Estados Unidos de América cobra a China al 125%, con efecto inmediato”, escribió Trump en Truth.
A continuación, llegaba la rectificación. “Por el contrario, y basándome en el hecho de que más de 75 países han llamado a representantes de Estados Unidos, incluidos los Departamentos de Comercio, Tesoro y al representante de Comercio para negociar una solución a los temas que se están discutiendo en relación con el comercio, las barreras comerciales, los aranceles, manipulación de divisas y tasas no monetarias, y que estos países no han tomado represalias de ningún tipo contra Estados Unidos, he autorizado una PAUSA de 90 días y una reducción sustancial del arancel recíproco durante este período, al 10%, también con efecto inmediato”, escribió Trump. Los detalles de su decisión no estuvieron inmediatamente claros.
Los mal llamados aranceles recíprocos entraron en vigor en la medianoche del martes al miércoles de la costa Este de Estados Unidos (las 6.00 de la mañana del miércoles en la España peninsular). Suponían impuestos del 104% a las importaciones procedentes de China, del 20% a las de la Unión Europea y del 20% al 50% para decenas de países, entre ellos, Japón, Corea del Sur y Suiza.
Pugna con China
La noche del miércoles no parecía haber esperanzas de un giro de último minuto, como los volantazos que ha dado Trump en otras ocasiones. El presidente firmó un último decreto en el que aprobaba un recargo a China del 50%. En dos actos diferentes, lanzó mensajes en los que, por un lado, abría la puerta a una negociación, pero por el otro, la quería abordar desde el sometimiento de la otra parte.

“Nos va muy bien haciendo, yo los llamo acuerdos a medida, no fabricados en serie. Son acuerdos a medida, muy a medida. Ahora mismo, Japón está volando aquí para hacer un trato. Corea del Sur está volando hasta aquí [Washington] para hacer un trato, y otros están volando aquí”, dijo el presidente la tarde del martes en la Casa Blanca rodeado de mineros ―una de las ocupaciones por las que Trump apuesta para el futuro de Estados Unidos―.
Solo unas horas después, sin embargo, en un acto con congresistas republicanos, vestido con esmoquin y pajarita, se deslizó por el terreno de la vulgaridad. “Os digo que estos países nos están llamando, besándome el culo. Se mueren por hacer un trato: ‘Por favor, por favor, hagamos un trato, haré lo que sea, haré lo que sea, señor”, se mofó. “Nosotros no queremos necesariamente hacer un trato con ellos”, dijo.
Xi Jinping no parece dispuesto a rendir pleitesía a Trump, como el estadounidense está deseando desde que llegó al cargo. Le habría gustado que viniera a su investidura, le habría gustado que le llamara para pedir, como los líderes de Canadá y México, un aplazamiento de los aranceles por el fentanilo y le habría gustado que no tomara represalias. El presidente chino, sin embargo, ha contestado a cada movimiento de Trump.
China impuso aranceles de represalia en respuesta a la primera tasa del 20%, que Washington justificó como castigo por la producción y exportación de precursores del fentanilo. Cuando Trump anunció en su tablón un arancel adicional del 34% a las importaciones desde China, el Gobierno de Xi respondió con idéntico gravamen y un mensaje de firmeza: “China luchará hasta el final”. Eso provocó la ira de Trump, que impuso otro 50% a China. Poco después, Pekín respondió con otro 50%, en lo que algunos han denominado el juego de la gallina, una carrera hacia el desastre en la que se compite por quién es el último en frenar.
Trump eleva la apuesta al 125%, aunque este miércoles tendió la mano a una negociación. “China quiere llegar a un acuerdo. Simplemente no saben cómo hacerlo rápidamente, una de esas cosas que no son del todo... Son gente orgullosa, y el presidente Xi es un hombre orgulloso. Lo conozco muy bien, y no saben muy bien cómo hacerlo, pero lo resolverán. Están en el proceso de resolverlo, pero quieren llegar a un acuerdo”, afirmó.
La Unión Europea se ha mostrado más dialogante, pero por ahora sin mucho resultado. Sus represalias van con retraso, para dar tiempo a la negociación. Este miércoles, impuso aranceles en respuesta a los del acero y el aluminio que llevan casi un mes en vigor. La respuesta afecta a unos 21.000 millones de euros de productos estadounidenses como la soja, diamantes, productos agrícolas, aves de corral y motocicletas. Ahora, tiene que decidir si responde a los otros aranceles (el genérico del 10% y el del automóvil) o negocia con el imprevisible Trump.
“Trump ha lanzado una guerra económica mundial sin ningún aliado. Por eso, a diferencia de las crisis económicas anteriores de este siglo, no hay nadie que venga a salvar la economía mundial si la situación empieza a complicarse”, escribió este martes el economista Josh Lipsky, director principal del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council. En esa línea se pronunció también este miércoles en una entrevista Antony Blinken, que fue secretario de Estado con el presidente Joe Biden. “Estoy más que profundamente preocupado por el mensaje que hemos enviado al resto del mundo: no se puede contar con Estados Unidos, no se puede confiar en Estados Unidos”, dijo Blinken en la CNBC. “El resultado final de esto es que [los países] buscarán formas de trabajar a nuestro alrededor, lejos de nosotros. Y eso no va a ser bueno para nosotros”, añadió.
“Resulta profundamente irónico que Trump afirme que la economía estadounidense está recibiendo un trato injusto en un momento en el que estaba creciendo con fuerza, mientras que todas las demás economías importantes se habían estancado o estaban perdiendo impulso”, dijo Eswar Prasad, profesor de política comercial en la Universidad de Cornell a Associated Press. “Y lo que es aún más irónico es que los aranceles de Trump probablemente pongan fin a la extraordinaria racha de éxito de Estados Unidos y colapsen la economía, el crecimiento del empleo y los mercados financieros”, añadió.
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