ARTÍCULO EN 'EL MUNDO'

Arcadi Espada sufre en primera persona la última ineptitud de Óscar Puente: «Es más que dejadez»

"El caos ferroviario de este fin de semana fue consecuencia de un accidente. Como el propio ministro"

Arcadi Espada y Óscar Puente.
Arcadi Espada y Óscar Puente.

Sufrió en primera persona la última incompentencia de Óscar Puente.

Arcadi Espada, columnista de ‘El Mundo‘, tuvo que aguardar cinco horas para poder llegar desde Madrid a Barcelona tras el caos que se montó con el tren que descarriló en el túnel que une las estaciones de Chamartín y Atocha.

Comenta el también fundador del partido Ciudadanos que la inauguración del AVE fue un símbolo de lo que significaba una nueva España:

En el año 1992 concluyó el proceso reformista de la Transición española. Acabó, ciertamente, in bellezza. Sus dos símbolos fueron la flecha que lanzó el arquero Antonio Rebollo para encender la llama olímpica (ahórrense, ¡oh, mis inapreciables subnos!, cualquier comentario informado sobre el gas, el truco, los catalanes, etcétera) y la inauguración del AVE entre Madrid y Sevilla. Los dos símbolos coincidían en lo mismo: una inédita capacidad de hacer bien las cosas. En el imaginario español, justo o no, la flecha se tendría que haber apagado antes de llegar al pebetero y el primer AVE debió entrar en Santa Justa con un retraso de 10 minutos, si es que no descarriló previo. Evidentemente los Juegos Olímpicos no refundaron España y está por ver si el AVE a Sevilla impidió que Andalucía fuera la Sicilia española. Pero las hipérboles no taparon lo esencial: España ya era otra.

Y ya pasa a contar lo sucedido en la tarde-noche del 19 de octubre de 2024:

El caos ferroviario de este fin de semana fue consecuencia de un accidente. Como el propio ministro. Me dio de lleno, y tardé cinco horas en llegar a Barcelona desde Madrid. Lo peor fue pasarse cerca de una hora en el vagón, sin información ninguna, hasta que una pobre voz de hombre dijo que no podíamos salir por un problema de enclavamiento. De qué iba a ser. Mientras tanto, la app de la compañía aseguraba que el AVE 03191 iba en el horario previsto. Un tren puede descarrilar, pero la información no. La dejadez y la incompetencia en el tratamiento de la crisis solo son el síntoma de una causa más vasta. El AVE ha dejado de ser la máxima excepción española: hace tiempo que casi ninguno llega a su hora.

Tira de ironía para poner negro sobre blanco las quejas añejas de algunos pasajeros por la excesiva puntualidad del AVE:

El fin de semana de unas veinte mil personas descarriló seriamente, pero la conversación política sigue centrada en Begoña González Amador. Otro enclavamiento. Recién inaugurado el AVE algunos pasajeros se quejaban de que la extrema puntualidad les había impedido cogerlo a tiempo. Es una nudosa metáfora de lo que debe hacer la política, que es ponerse por delante de la viciosa costumbre paisana. España es un país erosionado institucionalmente por las prácticas de un Gobierno sonámbulo. Pero el problema principal es su cuello de botella. De infraestructuras, para resumir, siempre que se incluyan las morales: la proliferación de compañías ferroviarias en Atocha, pero también de emigrantes en las escuelas. De ahí la obligación de un proyecto político que vuelva a ponerse por delante de la realidad, que sacuda con los hechos el escepticismo horario de aquellos primeros viajeros de la alta velocidad, león con melena de centellas. No puede esperarse del Gobierno, que solo trata, con trémulos brazos extendidos, de evitar la caída. Más extravagante es pensar a qué espera la oposición para presentarlo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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